domingo, 27 de noviembre de 2022

FUEGO Y EXCOMUNIÓN: JOFFRE EL DEL GRAN DIENTE

Tras cruzar la marisma, Joffre II de Lusignan, apodado el del Gran Diente, se acerca, seguido por una comitiva de diez caballeros, a la abadía de Maillezais. Entre ellos, erguido por el honor


caballeresco, pero sobre todo el deber fraterno, se halla su medio hermano Guillermo de Valence. A paso lento de corcel desfilan delante del puerto de la abadía, hasta detenerse unos instantes delante de los edificios de la hostelería. Unos segundos, sus cotas de malla azules, del color de la cola de Melusina y de la bandera de los Lusignan, refulgen un poco. Fieles a la regla de san Benito, los monjes benedictinos acogen siempre a los peregrinos, bien sea gente prestigiosa o bien pobres de solemnidad. Eso sí, sin mezclarlos. Alojándolos en hostelerías distintas, desde la más prestigiosa hasta la capellanía. Pero Joffre II, hijo de Joffre I y de la misteriosa Eustaquia Chabot, no ha venido a pedir hospedaje a la abadía, sino a quemar su iglesia. Su hermano Fromont se ha hecho monje entre esa gente, que él considera degenerada. Y aquel ha entregado a la abadía parte de su herencia. A ello hay que sumar que el padre de Joffre el del Gran Diente ya había estado de malas con esos monjes benedictinos, que rechazaban ser sus vasallos. Tras haber saqueado la abadía, y no era la primera vez, el brutal Joffre el del Gran Diente encierra a varios monjes en la iglesia, entre ellos a su piadoso hermano Fromont. Tras discutir con el abad, Joffre, fuera de sí, prende fuego a la iglesia y los edificios conventuales, donde su hermano Fromont y el abad quedan atrapados. Justo antes, le han abandonado todos los caballeros, ya que no quieren colaborar con tamaño horror. Corría el año 1225 y las crónicas dicen que perecieron un centenar de monjes. A consecuencia de ese acto tan espantoso, Joffre II es excomulgado. Era lo peor que le podía pasar a alguien, y sobre todo a un caballero, en aquella época. Una suerte de muerte civil, o incluso peor. Más adelante y tragándose su orgullo, el caballero irascible irá al Vaticano para implorar el perdón del papa Gregorio IX. El pontífice se lo concede, siempre y cuando reparase el daño, y el caballero aceptara pagar una «renta de reparación de más de tres mil libras». Joffre hace tanto y a marchas tan forzadas para ganarse de nuevo el cielo, que tras su defunción los monjes construyen un cenotafio junto a una estatua, en la misma iglesia de Maillezais.

Extracto de “Melusina: el corazón y la garra” (Libros.com – Madrid 2021). 

#MelusinaElcorazonYlagarra